miércoles, 7 de marzo de 2012

Capitulo 1. (1/2)


  La princesa y el hijo de puta. No sabría decirte si eso era una futura familia feliz o una historia de terror. Mire a mi exnovia que iba con ese precioso vestido rojo que tantas veces la había desabrochado. Se lo volví a quitar con mi imaginación y pensé que aquel cerdo lo estaría haciendo en unas horas. 
  -Esto no avanza ni para bien ni para mal, temo haberme quedado estancada en un estado de eterna disputa.- las palabras atronaban en mi cabeza mientras ella metía su ropa arrugada en la misma maleta que apenas dos meses atrás había aparecido en mi puerta delante de un mujer empapada de lagrimas con lluvia goteándola del pelo. Pensé que era la mujer más bonita del universo, que aquel hola no tenia adiós, solo hasta luego. 
  Me equivoque y a modo de penitencia el destino junto con el instinto me obligaban a pasarme la vida pegado a su sombra, estudiando cada vaivén de su cintura y las formas que trazaban sus manos en el cuello de otro hombre.
  Aun no sabía como tomármelo. Dudaba entre ser el cornudo de su novio o el idiota que la había perdido. La parte de mí que aun la quería me decía que era normal sentirse así cuando el eje sobre el que has construido tu vida se va; y la otra parte me decía que quizás hubiera sido mejor haber hecho zumo con mi media naranja.
  Ella era el tipo de mujer que nunca tendría un gato en casa. De las que se redibujan los ojos y los labios al salir de casa, para borrárselos al volver. Me gustaba pensar que no me mentía ni con el maquillaje, que cuando salía con sus amigas sus labios parecían magullados de reír y de beber. Pensaba que éramos sencillamente dos personas felices, hasta que ella no supo contar y resultamos ser un trío en el que una parte no conocía a la tercera y esta sabía que la primera era temporal. 
  Cuando su maleta salio por la puerta mi cabeza salto por la ventana, en un vano intento de alcanzarla antes de que rodara sobre las baldosas de la acera. Pensaba que vivir en un décimo te daba cierta ventaja cuando alguien trataba de huir de tu casa, pero no calcule bien la caída y al caer me rompí en tantas minúsculas partes que la operación quirúrgica duro más de lo que tarda un ascensor del décimo al portal. Ese tiempo perdido fue el que ella necesito para confesarle al tercero del trío que ahora eran un dúo y yo un monólogo interior sobre el alcohol que cabe en un cuerpo de casi un metro noventa.

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