martes, 13 de marzo de 2012

Capitulo 1. (2/2)



 Por aquellos días todo era complicado, mis amigos decían que era afortunado, que ahora empezaría a vivir la vida y a ir de flor en flor; sus novias que ella era una zorra, que el bueno de la historia era yo, demasiado bueno para ella. No sabia que pensar, realmente ni siquiera quería pensar. 
 Lo que tenia claro era mi vaso de wisky sobre la barra. El alcohol me fue meciendo en esos brazos que en los últimos días yo había conocido también. No me dejo dormir hasta que olvide que la quería y con ello olvide quien era yo. 
 Un amigo de los que no sabe ayudar pero si escuchar me dijo una vez: la resaca no empieza hasta que no dejas de beber. Y la resaca tardo tres días en llamar a mi puerta. Cuando llego la invite a unos tragos en el bar de la esquina, ya que ella se empeñaba en que no fuéramos más lejos. 
 Hubo días en que no supe deducir si yo la seguía a ella o ella a mi. Mis pasos siempre me llevaban al Edén, unas veces dejando mi rastro para que ella lo siguiera y otras siguiendo sus huellas. Pero ella siempre iba acompañada ningún día dirigió hacia mi miradas que pretendieran algo que no fuera restregarme que la había perdido ni la ví sola ningún día. 

 Se la pasaban de brazo en brazo según la canción, pero el siempre era el director de una orquesta sin batuta. Me recordaban al colegio solo que en vez de al fondo del patio estaban en el extremo más alejado de la barra y en vez de robarme el bocadillo me habían robado una media naranja que yo consideraba de oro y resulto estas podrida. Ella era un juguete más en su estante de coleccionista, pero supongo que lo pensaba por los celos que me consumían.
 Fumar empezó a provocarme demasiadas peleas con el camarero que me decía que eran cuestiones de la policía. Y una mierda. Lo que pasa es que estaba aliado con aquel coleccionista de mujeres y querían quitarme hasta la nicotina. Deje de fumar pensando que así le ganaba la batalla, los médicos defendían esta teoría pero no sé hasta que punto mis pulmones estaban de acuerdo.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Capitulo 1. (1/2)


  La princesa y el hijo de puta. No sabría decirte si eso era una futura familia feliz o una historia de terror. Mire a mi exnovia que iba con ese precioso vestido rojo que tantas veces la había desabrochado. Se lo volví a quitar con mi imaginación y pensé que aquel cerdo lo estaría haciendo en unas horas. 
  -Esto no avanza ni para bien ni para mal, temo haberme quedado estancada en un estado de eterna disputa.- las palabras atronaban en mi cabeza mientras ella metía su ropa arrugada en la misma maleta que apenas dos meses atrás había aparecido en mi puerta delante de un mujer empapada de lagrimas con lluvia goteándola del pelo. Pensé que era la mujer más bonita del universo, que aquel hola no tenia adiós, solo hasta luego. 
  Me equivoque y a modo de penitencia el destino junto con el instinto me obligaban a pasarme la vida pegado a su sombra, estudiando cada vaivén de su cintura y las formas que trazaban sus manos en el cuello de otro hombre.
  Aun no sabía como tomármelo. Dudaba entre ser el cornudo de su novio o el idiota que la había perdido. La parte de mí que aun la quería me decía que era normal sentirse así cuando el eje sobre el que has construido tu vida se va; y la otra parte me decía que quizás hubiera sido mejor haber hecho zumo con mi media naranja.
  Ella era el tipo de mujer que nunca tendría un gato en casa. De las que se redibujan los ojos y los labios al salir de casa, para borrárselos al volver. Me gustaba pensar que no me mentía ni con el maquillaje, que cuando salía con sus amigas sus labios parecían magullados de reír y de beber. Pensaba que éramos sencillamente dos personas felices, hasta que ella no supo contar y resultamos ser un trío en el que una parte no conocía a la tercera y esta sabía que la primera era temporal. 
  Cuando su maleta salio por la puerta mi cabeza salto por la ventana, en un vano intento de alcanzarla antes de que rodara sobre las baldosas de la acera. Pensaba que vivir en un décimo te daba cierta ventaja cuando alguien trataba de huir de tu casa, pero no calcule bien la caída y al caer me rompí en tantas minúsculas partes que la operación quirúrgica duro más de lo que tarda un ascensor del décimo al portal. Ese tiempo perdido fue el que ella necesito para confesarle al tercero del trío que ahora eran un dúo y yo un monólogo interior sobre el alcohol que cabe en un cuerpo de casi un metro noventa.

viernes, 10 de febrero de 2012

Postdata.


  PD: No sé donde estas y a veces me pregunto a donde te llevarían tus pasos. Quizás seas la mujer que siempre me da la espalda en nuestro Edén. Nunca llamó su atención para evitar la posible decepción. Prefiero pensar que eres tu, que te giraras en tu escenario y me prometerás el cielo con un beso lanzado al aire de colonia barata y vicios caros.
  Hoy te recordé. Entre los brazos de una mujer barata sentí el roce de tus labios por la espalda. Ni si quiera Nuria me creyó cuando se lo contaba, quizás ni yo me lo crea. Los remordimientos me han quitado el sueño y aun no recupere el tiempo perdido en plazas abarrotadas de gente. Te echo de menos. Nuria trata de consolarme, pero nada consuela como tus besos fugaces de madrugada.
  Al final me quede solo. Llevabas razón cuando me decías que ellos no estarían después de que te marcharas. Olvide tus amenazas e incumplí mi promesa: te ame. Como se quiere a una estrella fugaz con el consuelo del vodka por mis venas. También llevabas razón en eso, el vodka sabe mejor según la compañía.
  Este es el último y a la par el mas estúpido de todos ellos, el mas descabellado y el peor de mis intentos de recuperarte, de romper las malditas agujas del reloj de tu mesilla, aquel maldito pitido que te sacaba de entre mis brazos demasiado pronto cada mañana, y decirte lo que nunca me atreví a decir, lo que me calle para conservarte y lo que me hizo perderte.